domingo, 7 de febrero de 2010

ALCALDE JOSE LUIS MEDINA
























Jota Siroco

Hay políticos soplaurnas, zampabollos, trepaescaños, mamateclas, gilibojas, chupadietas, siguevientos y boboalfombras.
Tu, José Luis, nunca perteneciste a una de esas acreditadas familias.
Desde mi cada vez más viejo y raido gabán de socialista errante te puedo decir que hiciste todo más sencillo y menos mezquino.
Hoy el patriotismo local de muchos políticos termina a la altura del bolsillo y en el respaldo-armadura del sillón. Sólo con el sueldo de un Alcalde de hoy, se pagaba en tu tiempo a todo el equipo comunista de gobierno y aún sobraba para unas cañas.
Fuiste como los antiguos políticos florentinos que pensaban con el corazón y sentían con la cabeza. Hay otros sobradamente conocidos, que sólo usan la cabeza para hacer reverencias.
Tu, José Luis, supiste hacer amable la política local que hoy parece querer ahorcarse en el patio de monipodio.
En fin, que es una pena que te hayas marchado…¡Jodido salmonete!

Elecciones del 79

HACIA EL FUTURO.-

Atrás quedaban muchos años, de lucha clandestina, de resistencia casi anónima, de insufribles silencios y llegaba el momento de ponerle cara y ganas al futuro.

Cuando en 1979 se presentó la candidatura comunista los sanluqueños conocían a las mujeres y los hombres que la componían, porque ya hacía muchos años que estaban, a pesar de su juventud, su media no superaría los treinta y cinco años, al frente de la resistencia antifranquista y a favor de los derechos de los trabajadores.

La candidatura la encabezaba un maestro del C.P. El Palomar, llamado José Luis Medina, un joven dirigente que se había hecho con la confianza de la entonces fuerte agrupación comunista gracias a su tesón, a la claridad de sus ideas y también a su simpatía personal.

En ella también: Fernando Verdún, Manuel Oliva, Julia Franco, Antonio Avilés, Manolo Galán, Domingo Ramírez, José Galán, Manuel Buzón, Juan Romero, Manuel Fernandez Leal, Manuel Márquez, Joaquín Cáceres, Francisco Domínguez Brun, Nicolás Ruiz Gómez, Joaquín Ibáñez, José A. Sánchez, Eugenio Abel, Juan M. Pérez Avila, Juan Félix Bazán, Antonio Escalera, todos ellos viejos luchadores por la libertad en el sindicato, en el campo, en la bodega, en la construcción, en la enseñanza, en el comercio, en el partido.

Hoy muchos de ellos han desaparecido de la vida pública por distintos motivos, pero entonces representaban la más firme apuesta de futuro para Sanlúcar.

DESDE EL ENTENDIMIENTO

Cuando José Luis Medina ocupó el sillón de la Alcaldía a mucha gente le entró el pánico por el cuerpo. Los comunistas estaban en el poder y ahora había que ver hasta dónde podían llegar.

Estaba todo por hacer y se iba a hacer. Organizar el urbanismo, poner al día los impuestos municipales, dar alas al mundo cultural, mejorar las infraestructuras de los barrios populares, etc, etc

Necesario ganarse la confianza y el respeto de todos aquellos que no habían votado obviamente a esta candidatura, de todos los que miraban con recelo a este vuelco completo en la situación política de la ciudad.

Esa tarea estaba en manos de José Luis. Era un comunista severo, si, convencido de su ideas y de sus objetivos políticos, sí, pero también era un político tolerante, paciente, dialogante.

Sus primeros pasos fueron reunirse con los líderes de la oposición y con las fuerzas económicas de la ciudad, la mayoría tan alejadas de sus principios políticos, para tranquilizarlos y sobretodo para pedirles lealtad y confianza hacia el proceso de modernización y democratización que comenzaba tras tantos años de dictadura.

Y lo consiguió, y además supo imprimir en los nuevos líderes municipales ese mismo espíritu: el olvido de la venganza, y la mirada firme hacia el futuro.

Estaba decidido y así lo prometió en el discurso de investidura a presidir un gobierno de y para todos los sanluqueños.

Por lo pronto el Salón de Plenos donde hizo su juramento seguía presidido por la imagen sedente de la Virgen, era una buena señal. Tampoco se suspendió la Fiesta del Guadalquivir, que tanto clasismo había ido acumulado en los últimos, por el contrario se democratizó, permitiendo la entrada a todo el que quisiera asistir y además se la realzó contando con un ponente de excepción: Antonio Gala.

Después vinieron cuatro largos años de esfuerzo, de lucha por el equilibrio entre todos los sectores de Sanlucar, de empeño por la justicia, de respeto a las distintas formas de pensar, y todo esto fue dando sus frutos. La gente comenzó a ver a Jose Luis Medina como el Alcalde de todos, y al Partido Comunista como un eficaz gestor de la ciudad.

Por eso cuando en 1983 hubo que renovar la confianza en ese equipo de gobierno el pueblo le otorgó una holgada mayoría absoluta, confianza que se renovó en las del 1987.

Pero esto ya parecía demasiado en las altas instancias del poder, era necesario parar a los comunistas de Sanlúcar. Era necesario echar a José Luis Medina de la Alcaldía. Como Fuera.

EL MOTIVO

Había que inventarse un motivo, una causa para echarlo.

Hasta entonces a la gente del PER, se la había puesto a limpiar cunetas que al poco tiempo volvían llenarse de jaramagos y a cambio se les daba la limosna del empleo comunitario.

El gobierno de Medina pensó que había que rentabilizar los fondos del PER, hacer obras que mejoraran realmente las barriadas de nuestro pueblo, pero para eso necesitaban máquinas herramientas y algún medio de transporte. Se hizo, aun a sabiendas que se estaba en el filo de la legalidad, pero también a sabiendas que se estaba en el camino de la justicia.

Pero ahí estaba el motivo. Una denuncia, un proceso. Todos sabían que ni José Luis, ni nadie de su equipo se había quedado con un duro, todos en privado decían que habrían hecho lo mismo. Pero el golpe estaba dado y eso beneficiaba a sus intereses partidistas.
CDS, PSOE, AP, PA sabían que era su única posibilidad de llegar a la Alcaldía, sabían que sólo una moción de censura contra Medina les daría el poder que las urnas le habían negado por tres veces.

El engranaje había empezado a funcionar y no querían pararlo.

A media voz ofrecían pactos para engañar a la población con un presunto pacto de estabilidad, pero en el fondo ninguno quería ese pacto, el único pacto que respetaban era la expulsión de José Luis del sillón de la Alcaldía.

De nada sirvieron las protestas de los ciudadanos, ni de los líderes autonómicos y nacionales de Izquierda Unida. La suerte estaba echada y José Luis Medina estaba sentenciado incluso antes de que la Justicia hiciera su trabajo.

LA MOCION

El viernes 18 de diciembre de 1987 tuvo lugar la anunciada moción de censura.

Nte la enorme cantidad de ciudadanos que querían acompañar a su Alcalde el salón de Plenos fue cambiado por el cine San Agustín, en pleno Barrio Alto, en pleno corazón rojo.

La moción estaba firmada por los socialistas Manuel Vital Godillo, Manuel Diaz Campos, Mara del Carmen Gutierrez Cardenal, Manuel Rodríguez López, Angel Mora Bayón, Pedro Pascual Jiménez, Agustín Cuevas Batista y Emilio Fábrega García; por los Centristas José Gómez Villegas, Fermín Vázquez Vieyra de Abreu y Carlos Lucas Rodríguez; y por los populares Francisco Almécija Sánchez y Pedro Gómez Díaz.

Se habían equivocado, subieron avergonzados hasta el Barrio Alto, protegidos por las fuerzas de orden público, sin el más mínimo apoyo ciudadano.

Presentaron su moción y Manuel Vital, ya convertido en Alcalde, tuvo que salir en compañía de los demás concejales por la puerta trasera, “por la gatera” como dijo José Luis.

No fue la forma más honorable de llegar a la Alcaldía.

DECLARADO INOCENTE

La historia avanza lenta, pero avanza.
La historia pone a la gente en su sitio.

Un año después, la Audiencia Provincial declara inocente a José Luis del delito de malversación de fondos públicos.

Pero el mal ya estaba hecho. Lo normal, puesto que esa supuesta malversación había sido la causa para desalojarlo de la Alcaldía, habría sido restituir a IU el sillón consistorial. Pero lo normal no coincide siempre con lo político, con los intereses políticos.

Ese mal comienzo fue el origen de todos los males posteriores por los que tuvo que pasar la institución municipal, y que no es aquí el momento ni el lugar de exponer, otros habrá que lo hagan.

EL RECONOCIMIENTO

En el año 1993, José Luis Medina abandona definitivamente el Ayuntamiento, al que a pesar de tantas maniobras tanto prestigio había dado.

No es esta una opinión, es la confirmación de un hecho.

Cuando diez años más tarde en el 2003 el recientemente fallecido Alcalde Juan Rodríguez, propuso la concesión del título de Alcalde Honorario de Sanlúcar para José Luis Medina, todos los partidos, todos, y todas las instituciones lo apoyaron.

José Luis no volvió a la Alcaldía por la gatera, sino por la puerta grande y con el apoyo de todos sus paisanos y paisanas.

Tarde sí, pero al menos se reconocía su labor política, su esfuerzo por sanlúcar y su honradez

EL ADIOS

Sólo un año después, el 23 de Julio del 2004, José Luis se iba sin ruido, llevándose solamente el respeto de todo un pueblo, que en masa acudió a despedirle en la capilla ardiente.

Gente de todas las clases sociales, de todos los partidos, de múltiples puntos de España, hicieron llegar a Julita, su mujer, todo el dolor que suponía la pérdida de este hombre bueno y de este político de casta, de buena casta.


ANEXOS

Antañón, que diría Umbral, porque Sanlúcar es un pueblo del sur, un pueblo de Cádiz, el suelo de la plaza era de color blanco y en él las piedrecitas hacían dibujos barrocos de palmeras, olas y dragones, pero un mal día a un listo se le ocurrió disfrazarlo de gris Cuenca y ahora, cuando hay levante en calma, las piedras negras rezuman grados en conserva que nos matan de calor.
En los carnavales, antes de que alguien llenara de detergente la piscina convirtiéndola en un iceberg de espuma, hubo quien pasó disfrazado de José Luis Medina con sus dos maceros, la gente aplaudía el recuerdo del Salmonete, porque supo respetar a su pueblo y a su gente.
“Cuando nieva en Sevilla me gusta verte”, cantaba Kiko Veneno. Quizá la blancura de una gran nevada devolvería a la plaza su aspecto del sur.

(Del libro “Plaza del Cabildo”, Libros del Malandar

El alcalde se llamaba José Luis Medina Lapieza y fue el primer Alcalde comunista de Sanlúcar.
Me dijo que él no tenía tiempo para pamplinas y me encargó de la Cultura.
Los primeros días a los señoritos les rechinaban los dientes. Al poco tiempo no les quedó más remedio que aguantarse.
Entonces los teatreros, los músicos, los poetas todavía no habían aprendido la palabra caché.
Llenaron los jardines del pueblo con nuevas y divinas comedias, hacían conciertos de cámara en medio de las plazas, llenaban de jazz el castillo, encalaban las callejuelas del barrio alto con la cal de sus versos.
Después nos emborrachábamos con manzanilla en todas las tabernas picalagartos y prometían volver.

(Del libro “Para que no me olvide…”. Libros del Malandar)

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Antonio Cuadrado
Sindicalista, CCOO.

En el año 1977, en plena transición y antes de las elecciones, era muy difícil hablar del Partido Comunista aún a pesar de su legalización.
Pues bien, un día se nos presentan unos compañeros y nos invitan a un mítin del PCE, que encabezaba José Luis Medina Lapieza, como candidato a Alcalde de la ciudad.
Por supuesto dije que sí y quedamos en vernos en un bar de la calle San Antonio a las 19 horas.
Yo pensaba que el mitin iba a ser en un pequeño local o incluso en la calle, pero cuando ví que era en una bodega, la de Sainz de Baranda (padre), en mi cabeza se cruzaron todos los cables.
Comunistas, junto a bodegueros.
No sabía cómo explicarlo, si era generosidad comunista o si era que las cosas estaban verdaderamente cambiando.
El caso es que allí, en aquel casco de bodega, estaba José Luis, haciendo una campaña desde el PCE para todos.
Quizá era la imagen de lo que sería su futura actividad como gobernante: Ser un Alcalde para todos los sanluqueños.

Julio 2006